No suena lógico pero así fue. La diferencia entre Puebla y América, al menos este domingo, fueron los porteros. Ambos clubes, recordando viejos tiempos en los que sus duelos resultaban apasionantes y decisivos en el devenir de la liga, se trenzaron en un duelo muy agradable, con llegadas continuas, buen ritmo, intensidad y adrenalina en el que las pequeñas distancias se hicieron inmensas por culpa de los guardametas, de un lado un Alexandro Álvarez inmenso que evitó varios goles en su meta y un Guillermo Ochoa, que sin tantas intervenciones, cometió un error crucial que costó el partido, al atacar muy mal el potentísimo, pero lejano, disparo de Hércules Gómez, que se transformó en el 2-1 definitivo.
Más allá de la fibra y el músculo tenso con el que suele Puebla jugar sus partidos, el equipo del Chelís no tuvo este domingo su mejor desempeño; incluso la llegó a pasar francamente mal en buena parte del primer tiempo y de milagro no toleró el empate en los últimos minutos del cotejo.
Pero su adversario se dedicó a hacerle un nostálgico homenaje a su héroe caído, Salvador Cabañas. El equipo de Jesús Ramírez, con velocidad e inteligencia estaba desbordando a placer a la defensa camotera durante la primera media hora del partido.
Propició claras jugadas de gol cuando mejor jugaba y se empeñó en dejar intacto el 0-0, permitiendo a Alex Álvarez asumir un rol protagónico para el que muchos creyeron que no estaba capacitado.
Puebla no hilvana en su ataque más de dos toques seguidos y veía desde muy lejos la cara de Guillermo Ochoa; sólo algún lejano disparo de Nicolás Olivera o de Carlos Ruiz había insinuado algo de peligro.
En el inicio del segundo tiempo, Puebla salió más decidido a pelear el partido en campo rival y encontró espacios para finalmente abrir el partido. Olivera conectó con Ruiz y el Pescadito definió con un derechazo mordido pero bien esquinado que resultó imposible para Ochoa.
El gol infló el ego del Puebla, que empezó a enseñorearse en el campo, a jugar con mayor soltura y seguridad; a creer en sí mismo, ganando cada pelota dividida y haciendo ver por momentos mal al América.
A los 77’ llegó el segundo gol poblano, tras la ejecución de un lejano tiro libre en el que el delantero nacido en Las Vegas, Nevada, Hérculez Gómez disparó con mucha fuerza pero al centro de la portería en donde estaba Ochoa. El guardameta atacó la pelota muy mal y la acabó rebotando hacia su propio marco.
La apoteosis en el Cuauhtémoc duró sólo un par de minutos. El recién ingresado Daniel Márquez, con un cabezazo espectacular, devolvió el misterio al resultado al anotar el 2-1 y reinstalar la sensación cotidiana de los juegos del Puebla: el sufrimiento.
Pudo caer el 3-1 a favor del Puebla en un tiro libre de Gilberto Mora que se estrelló en el travesaño y el mismo Gómez estuvo cerca de hacer un segundo gol, pero Ochoa en esa ocasión sí lo evitó.
Luego, a los 87’, el colombiano Aquivaldo Mosquera complicó más la semana a su entrenador, al hacerse expulsar por protestarle al árbitro una falta no marcada, y se perderá el Clásico ante Guadalajara, baja sensible que debilita aún más la sensación de que el América tiene el nivel para plantarle cara a su más acérrimo adversario.
lunes, 29 de marzo de 2010
Puebla vence 2-1 al América
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